En 1988, a Esperanza Ochoa Ramos, una de las fundadoras de Herbolare, le diagnosticaron fibromialgia, una enfermedad que provoca un dolor crónico y profundo en el cuerpo. Al ser alérgica a diversos medicamentos, Esperanza se vio obligada a buscar alternativas naturales que le brindaran alivio sin efectos secundarios.

Así comenzó un camino de investigación y aprendizaje. Recorrió el Mercado de Sonora junto a hierberos, visitó la biblioteca del Instituto Indigenista, consultó fuentes académicas en la Universidad de Chapingo y estudió obras de reconocidos autores sobre plantas medicinales. Su objetivo era claro: encontrar una solución efectiva, natural y segura para mitigar el dolor.

Tras cinco años de pruebas, ajustes y mucha paciencia, creó un remedio a base de plantas que logró aliviar sus dolores musculares. Lo llamó Dolorzen. Al ver su eficacia, decidió compartirlo con familiares y amigos que sufrían dolencias similares. La respuesta fue inmediata: alivio, agradecimiento y entusiasmo. Pronto, la cocina de su casa se convirtió en su primer taller artesanal.